¿«Acompañar»? Reverberaciones de un encuentro inSURrecto
Las preguntas las cargamos en el cuerpo, a ratos se concretan en palabras y enunciados, en otros momentos son sólo inquietudes que ebullen entre las costillas como una burbuja de aire que intenta encontrar su ritmo, su lógica vital en la respiración pulmonar de nuestro cotidiano.
Sentados alrededor de una mesa blanca llena de libros, Paulina Chamorro, Paola Marugán, Mónica Ornelas, María Galindo, Antonio Prieto, Jesús Torrivilla, Jorge Sánchez, Gabriel Yépez y yo nos reunimos para realizar los Encuentros InSURrectos en el Goethe Institute, durante las mañanas de la semana del 2 al 6 de abril. Este grupo heterogéneo de artistas e investigadores fue convocado por Gabriel Yépez, curador del ciclo InSURrecciones, para «acompañar» reflexivamente las acciones comisionadas a seis artistas del performance de amplia trayectoria que se realizaron durante la tarde y noche de esa semana en el MAM, un ciclo de cine con piezas de María Galindo, y para dialogar en torno a los archivos expuestos de otras piezas que desentrañaban la resonancia del gesto inSURrecto. Sentarse a la mesa con otrxs implica poner en común las ebulliciones propias y dejarse atravesar por las suyas. En mi caso venía con la palabra «acompañar» circulando por el cuerpo, como ese aire mal colocado que tiene una temperatura inapropiada y se traduce en incomodidad y dolor. A veces las preguntas antes de encontrar su formulación son así, como picazones cognitivas que dan comezón en el cuerpo, que nos tienen raptados en la atención por la incomodidad de la quemazón y la inflamación que causan. Venía yo de otro encuentro académico, y de otros tantos espacios en los que la palabra «acompañar» se repetía casi como un mantra contemporáneo aludiendo a la relación arte/ vida. Los “teóricos”, dentro o en los márgenes de la academia, somos convocados para «acompañar» la reflexión de las manifestaciones artísticas. Lxs artistas, cada día más, hacen proyectos para «acompañar» las luchas sociales y políticas que sostienen gestos insurrectos frente a un sistema opresor y depredador que está viviendo su colapso. Se «acompaña» desde el arte la búsqueda de desaparecidxs, las luchas medioambientales, las comunidades migrantes, las realidades subalternas, las infancias, las luchas feministas contra la violencia, y muchas otras más. En varios de los archivos expuestos que estuvimos abordando a lo largo de nuestros encuentros InSURrectos se hacía patente esta lógica de «acompañamiento». La idea de «acompañar» en sí misma es generosa. La incomodidad que me suscitaba la reiteración del término nada tiene que ver con poner en duda la agencia performativa que puede tener el acto de «acompañar» en sí mismo, o con no reconocer la importancia que tiene que desde la esfera del arte se asuma una responsabilidad social. Más bien la incomodidad venía de la sensación de que “algo” de lo que se teje en torno a ese término, en la escena del arte y la academia, actualmente ha ido generando, por un lado, una suerte de vaciamiento que ha desgastado el término banalizándolo; y por otro, una suerte de instrumentalización del concepto que en sus formas más perversas aparece como una suerte de categoría comodín, para argumentar proyectos y lograr encontrar cabida en el circuito del arte. A aquella pregunta que por pertinente no pierde vigencia “¿Qué está haciendo el arte por la vida?”, pareciera habérsele añadido la premisa de «acompañar» la vida, y con ello la tarea imprescindible de hacer del arte un medio que funja como herramienta de cambio y transformación de nuestras realidades.
«Acompañar» la vida desde el arte pareciera una respuesta lógica, pero ¿Qué «acompaña» el arte de la vida? ¿quién y para qué «acompaña»? ¿cómo «acompaña»? ¿qué vida/s son las que el arte desde sus manifestaciones se ha propuesto «acompañar»? ¿qué operaciones estéticas y representacionales son las que ocurren cuando el arte «acompaña»? ¿qué legitimaciones para hablar de lo que se ha propuesto «acompañar» ocurren? ¿qué compromisos establece cuando decide «acompañar»? ¿cómo se hace cargo el arte, las y los artistas, las instituciones, de eso que dice haber «acompañado»? ¿quién puede hablar por quién? ¿quién puede representar a quién?
Estas y otras preguntas estuvieron presentes cruzando la mesa de nuestros archivos expuestos en nuestras mañanas de diálogo en los encuentros InSURrectos. Detenernos a problematizar las categorías con las que sostenemos los discursos que producimos es un acto de responsabilidad, una de las tantas formas de descolonizar nuestros propios escenarios de argumentación.
Este texto busca dar cuenta de algunas reflexiones que sobre el «acompañar» pude tejer en el privilegiado escenario que el encuentro de inSURrecciones dispuso. No cualquier día uno tiene la oportunidad de contar con espacios donde el debate sea libre y donde el disenso sin simulacros pueda ayudar a plantear preguntas. No son otra cosa que apuntes de intuiciones gestadas a partir de las reverberaciones de los acontecimientos de aquellos días. No buscan dar respuesta al cúmulo de preguntas recién lanzadas, si acaso intuir posibles caminos para seguir alimentando un debate que considero necesario.
Dijo-hizo María Galindo en la performance de cierre de InSURrecciones: “No importa si primero es la acción y después es la palabra o viceversa, lo cierto es que […] la palabra inscribe la acción. La acción sin palabra está desnuda, es efímera y se pierde en la arena.” 1
¿Qué acción es la que inscribe la palabra «acompañar»?
Acompañar ʿir con; agregar; ocurrir conʾ (acompañamiento ʿ(música) sostén de un solo mediante instrumentos o vocesʾ) : a-, prefijo usado para formar verbos (véase a-¹, ºa² ), + el español antiguo compaña (del latín vulgar *compañía, de la misma familia que el latín tardío companio ʿquien come pan con otroʾ; véase compañía, ºpacer) + –ar, terminación de infinitivo (véase º-ar¹).
(Gómez de Silva, 2013, p.26)
Así, desnuda de cargas morales o directrices concretas, desde su etimología la palabra «acompañar» cobra otros matices. Es palabra acción por esa a que anuncia su ser verbo; está nombrando la acción de compañía, de ʿir con; agregar; ocurrir conʾ. Emancipada de una orientación que le incorpore formas correctas o incorrectas, como valores prefijados, de ʿir conʾ, ʿocurrir conʾ o de una vigilancia de qué es lo que debiera ʿagregarʾ, podríamos decir que «acompañar» no contiene per se la connotación de hacerlo bien. Es decir, se puede «acompañar» mal, se puede «acompañar» torpemente, se puede, como en el acompañamiento del solo en la música, sostener desafinadamente, chirriar la voz, voluntaria o involuntariamente, rasgar por equivocación un sonido cuando lo esperado sería un sutil y armonioso crescendo. Intento decir que en las palabras «acompañar» y «acompañamiento» habita una brújula sin norte preestablecido que como en toda acción humana está atravesada por tensiones. Se puede ser “buena” o “mala” compañía, se puede desear «acompañar» con generosidad y perder en el camino el deseo de continuar haciéndolo. Se puede, por ejemplo, querer «acompañar» una insurrección y acabar haciendo una insurrección codificada que solo entendamos quienes pretendemos a través de nuestras escrituras dar cuenta de ella.
“No hay insurrección ni lucha sin palabra… pero ¿qué pasa?… pasa que nos roban las palabras, nos roban las palabras porque el enmudecimiento es un requisito para tú domesticación” dijo-hizo María Galindo. Y entonces “algo” del aire mal acomodado entre costilla y pulmón comenzó a encontrar sitio. Quizá no es la palabra ni su repetición la que lleva tiempo incomodándome, quizá es solo la intuición de su posible captura, de que está ocurriendo un robo que está pasando inadvertido, uno en el que se le ha cargado de deberes morales, restringiendo la potencia de «acompañar» a un sistema de vigilancia de las intenciones, uno en el que quizá sin advertirlo estamos colaborando. En la matriz misma de las artes vivas, de las artes del cuerpo que inscriben acontecimientos, está la noción de «acompañar». Vamos al encuentro del performance, de las artes de la escena a “comer pan con otrxs” a ser “compañía”; no es casual que una de las formas de nombrar a las agrupaciones de estas artes sea justamente “compañías”.
“La palabra en la acción le otorga a la palabra una nueva forma de ser” dijo-hizo María Galindo. Las tres reverberaciones2 que comparto a continuación son fragmentos de momentos en los que las acciones me remitieron a la palabra «acompañar». Por razones de espacio he elegido solo reverberaciones de lo acontecido la tarde del viernes 5 de abril en el MAM, en la que se presentaron las performances de Carlos Martiel y de Déborah Castillo. Desde hace algunos años he abrazado como estrategia metodológica (porque las metodologías son políticas, anotó alguien en las libretas de nuestra mesa común) realizar fonografías (grabaciones sonoras) de los acontecimientos, por considerar que, en esas huellas sonoras, aurales, se inscribe una huella del acontecimiento que captura dimensiones distintas de las del registro de imagen visual o audiovisual. De manera específica me ha interesado intentar capturar reverberaciones de las personas que asisten como audiencia, público, espectadores, a los acontecimientos, enfatizando lo que ocurre en esas comunidades sensoriales efímeras3. Es quizá en ese «acompañar», que se da en el encuentro entre las piezas del arte con quienes participan de ellas (que siempre pareciera quedar en una zona liminal de interés en el estudio de los acontecimientos del arte), en donde yo encuentro una de las dimensiones más interesantes para pensar. Las tres reverberaciones que presento a continuación contienen una reverberación visual (fotografías que en su mayoría han sido tomadas por la espléndida fotógrafa Mara Arteaga, que «acompañó» el encuentro con su cámara) y la transcripción directa de algunos fragmentos de las fonografías que yo realicé en esos momentos. Dejo la libertad interpretativa de estas reverberaciones en la lectura que cada cual realice de ellas, evadiendo conscientemente a la labor descriptiva o a la interpretación propia de estos fragmentos; me interesa, eso sí, que de ser posible la resonancia de la palabra «acompañar» prevalezca como pregunta guía, o clave de lectura.
Reverberación 1:
[performance de Carlos Martiel]

Fotografía de Mara Arteaga, inSURreciones, Museo de Arte Moderno MX.
[Entrada del museo, planta baja]
Voz de mujer: nomás le pido de favor, la entrada es por el otro lado.
Suena música clásica con melodía de violín.
Rumor, voces que charlan, la gente se saluda, conversa.
Voz de niño: ¿A dónde vamos?
Voz de su madre: A la exposición que dijo el Juan…pero… (pausa de sorpresa/la voz adquiere un tono que denota incomodidad) yo pensé que era otra cosa más padre, algo que tú si podías ver…
Voz del niño: ¿Ya nos vamos?
Voz de mujer: nomás le pido que no puede pasar con bultos ni mochilas…
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[Primer piso, en el pasillo que bordea el centro del lobby]
Voz de mujer adulta hablando con otra mujer: …ahora tienen que comportarse bien, éticamente. Entonces cuando ese principio de algo que inquieta sobre la discriminación aparezca, ojalá tengas presente esa sensación cuando se desliza por ti la maña… de la estrategia de usarla discursivamente.
Sonidos de niños jugando, corriendo en el pasillo afuera del sanitario.
[Cae uno de los paneles blancos que custodia el Monumento III, el cuerpo de Carlos Martiel continúa estático, firme, impasible.]
Silencio casi total.
Voz de chico (saliendo de una sala): Ay no! Mejor no veas! (risas).
Voz de chica: Ay, ¿qué tiene?… ¿A poco tú no te atreverías a ponerte así?
Voz de chico: (risas) bueno, sí, pero con calzones. Pero me pongo celoso, mejor no veas.
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[Planta baja]
Voz de mujer mayor: y además no nos dejan sentarnos…
Barullo, rumor…
Lukas Avendaño, (me dice sobre la imagen de la cúpula ámbar del lobby central, en su conjugación con la imagen de Carlos Martiel, que sigue de pie sobre el pilar blanco, sólo con un panel cubriendo un cuarto de la imagen de su cuerpo desnudo): Es como la pupila dilatada, como la metáfora de la pupila dilatada para que entre la luz, porque todo es tiniebla.
Aplausos ensordecedores.
Termina la performance.
Reverberación 2
[Lukas Avendaño y yo conversando en el sitio donde realizó su performance. Parados frente al entierro de milpa realizado colectivamente el día anterior ]

Fotografía Didanwy Kent.
Lukas: No, no va a nacer porque como ya tiene su dientito afuera, con la tierra se quiebra, se quedan las semillas guardadas. No nace, la tierra tendría que estar siempre mojada…
Didanwy: ¿Viste a la niña Lukas?
Lukas: Sí.
Didanwy: Vino al final ya que todo el mundo estaba acá brindando con el mezcal, ella fue a no sé dónde y trajo un palito. […] Este palito, como que ella buscó y luego observaba, observaba, y con una claridad bien bonita vino aquí, trazó algo en la tierra y lo puso aquí en la orilla (señalando la esquina inferior izquierda del entierro).
Lukas: Es la reflexión que tenía con Gabriel, fue precisamente que le decía, cómo este esmero de la modernidad de perpetuarse en el tiempo y a la vuelta de los años lo que construyó ya es viejo; y la naturaleza que no tiene ese deseo de perpetuarse, pasan doscientos años y está ahí tan joven, tan actual. Yo le decía que este era un ejercicio de cómo podríamos poner la antítesis de modernidad, el deseo de construir y construir y que se vea. Y esa era un poco la propuesta digamos conceptual. Digo que hay otros trasfondos, pero ¿Cómo iba a dialogar con el sitio? Y bla bla bla, todo eso que ustedes tienen, tantas palabras para explicar.
Didanwy: Esas palabras envejecen todo el tiempo, son como la modernidad.
Lukas: Y estas acciones que han sucedido por cientos de años siguen vigentes (refiriéndose a la agricultura).
Didanwy: ¡Qué belleza el olor! Toda esta zona quedó oliendo distinto.
Lukas: Es interesante, estas flores se parecen mucho a la flor del Morro de la jícara, supongo que tiene algún tipo de parentesco con ese árbol. Y digo, lo interesante es que cuando vine la primera vez yo no había sido consciente que estaba este árbol con estas flores. Con la gorra no veo hacia arriba mucho, levanto la cara y me tapa.
En el Xibalbá, cuando Ixkik’ va a ver a Ixmukané la abuela para decirle que estaba preñada de su hijo Junajpu, se supone que cuando ella se queda preñada de él, la comunidad le había dicho que había un árbol al cual no deberían acercarse, y ella fue y era el árbol de Morro. Y uno de los morros era la cabeza de Jun Junajpu. Cuando ella va y lo toca dice que la savia le brinca y queda preñada. Hasta ayer que estuve aquí (durante la acción) dije “ay, esta es la flor del Morro”.
Didanwy: ¿la flor del Morro es más roja?
Lukas: Es menos roja pero la forma es idéntica.
Sonidos de nuestras pisadas mientras juntamos las flores que vamos acomodando sobre el cuerpo de milpa sepultado. Suena una alarma.
Sonido de helicóptero volando bajo.
Didanwy: estas flores se parecen a tu boca ayer.

Foto del día anterior durante la performance. Lukas poniendo en manos de la niña un pedazo de milpa.
Fotografía de Mara Arteaga, inSURreciones, Museo de Arte Moderno MX.
Reverberación 3

Fotografía de Mara Arteaga, inSURreciones, Museo de Arte Moderno MX.
[en la fila caminando hacia la performance de Deborah Castillo]
Voz de mujer de la tercera edad: Es que mis rodillas no aguantan tanto tiempo.
Voz de mujer: Señorita, más abajo por favor, ahí no podemos estar (evitando que la gente se suba a las pendientes de tierra y pasto que bordean el pasillo).
Murmullo de voces.
[pasan ocho minutos]
Voz de mujer joven: Ya parece el concierto de Madonna.
Sonido de una lámpara que se rompe.
Sonido de pisadas del técnico que va con una caja de herramientas.
Sonido de claxon, ambulancias, motor de camión, motos y autos (cercanía con avenida Reforma) mezclado con murmullo de voces conversando.
Didanwy: veo dos mariposas nocturnas que todo este tiempo han estado rondando el Tzompantli.
[aparece Deborah]
Silencio total de expectación.
Sonido del cuerpo de Deborah subiendo por el andamio.
Sonido de ambulancias.
Sonido de las cabezas cayendo atravesadas por la lanza. Golpe seco de masa de arcilla que se encuentra con masa de arcilla en el impacto de la fuerza de gravedad.
Sonido de auto con música pop a todo volumen.
Aplausos.
Voz de mujer: No, es de ese lado, no se puede pasar por favor.
Voz de mujer: Sólo quiero pasar a tomar una buena foto.
Simón Franco: Hola, Qué triste ya mañana es el último día, ya me estaba acostumbrando a vernos diario como en los viejos tiempos.
Didanwy: Sí, aquellos tiempos.
Simón: ¿Viste las copas de los árboles?
Didanwy: Sí, me recuerda a la película de Win Wenders, ¿la viste?
Simón: Sí, es de lo mejor que le he visto. También estos son buenos tiempos porque son actuales.
Didanwy: Sí, ahora es ahora, la próxima vez es la próxima vez.
Sonidos de pisadas, murmullos de voces conversando.
Tras el encuentro de InSURrecciones, ese aire incómodo encontró algunas formas de acomodarse. Pensaba yo, atendiendo a las tres reverberaciones que comparto, cómo en ellas se advierten una gran cantidad de gestos de «acompañamiento» en los que quizá reparamos poco. Sin restarle la importancia y peso que puede tener el acto de «acompañar» procesos largos de la vida de una comunidad o de un artista, como es el caso del «acompañar» comprometido que Jesús Torrivilla ha sostenido durante años con el trabajo artístico de Deborah Castillo, o, el de María Galindo que junto con Mujeres Creando han trabajado durante años «acompañando» las luchas de tantas mujeres en Bolivia, o el «acompañar» lúcido y generoso que desde sus escrituras ha hecho Antonio Prieto del trabajo de Lukas Avendaño, entre otros muchos ejemplos de pensares que «acompañan» procesos y de artistas que «acompañan» luchas. Pienso que restituirle a la palabra-acción de «acompañar» su potencia, es reconocer también esos otros gestos pequeños, que parecieran menores, pero no lo son, como el de la niña que «acompañó» la ceremonia de Lukas, no sólo participando en el entierro del trozo que le correspondió del cuerpo de milpa, sino sumando con su fervor el gesto de algún conjuro secreto que trazó sobre la tierra y selló depositando el palito.
Restituirle al «acompañar» su potencia sería también, asumir las tensiones que entraña sin juzgarlas o intentar ignorarlas. En el ʿocurrir conʾ, ʿir conʾ está la vida con todas sus contradicciones, sus azares y sus complejidades. Se «acompaña» mientras se vive, mientras se trabaja, mientras se sueña. Las personas encargadas del museo «acompañan» las acciones desde el sitio donde su rol como trabajadoras les permite, como guardianas de un orden. El público, las audiencias, lxs espectadores, «acompañan». Y esto no debiera nunca darse por sentado. La presencia que habla, la que se queja por el cansancio del cuerpo, la que se incomoda o asombra, la que regala su silencio de expectación, la que enmudece de asombro o se irrita, la que habla, tose, llora, revisa el teléfono, aplaude… está «acompañando». Eso que “sostiene un solo”, esas voces, esas presencias son el «acompañamiento» sin el que la vida de las artes vivas no ocurre. Restituirle a la palabra «acompañamiento» su capacidad de ser muchas cosas, es quizá, sobre todo, reconocer que lo que «acompañamos» nos «acompaña». Es emanciparnos de pensar que siempre se «acompaña» bien, pero que existe una responsabilidad en quien conscientemente decide «acompañar», de preguntarse éticamente, a cada momento, ¿qué, para qué, desde dónde? ¿cómo, hasta cuándo, y porqué… «acompaña»? ¿Qué vida es la que quiere «acompañar» un museo? ¿Qué vida es la que quiere «acompañar» un encuentro de performance? ¿qué, cómo y para qué «acompañamos» con textos los acontecimientos?
Restituirle a la palabra «acompañar» su potencia es reconocer que el espacio mismo, con sus sonidos y sus ruidos, sus arquitecturas y sus materialidades «acompaña», y ese «acompañar», hace cosas. Es reconocer en la flor del árbol del Morro (o en la Kigelia africana “árbol de la salchicha” en el jardín del MAM), la vida «acompañando» al arte, la historia con sus narraciones y sus evocaciones «acompañando» la vida; la vida «acompañando» a la vida. Quizá después de todo «acompañar» y vivir son una misma cosa, o una muy parecida.
Dijo-hizo María Galindo “[…] llevarlo al borde de la palabra, al umbral de la palabra. El umbral de la palabra es otra palabra”. Y se me ocurre que el umbral de la palabra «acompañar» es la palabra «preservar». «Acompañar» el encuentro de inSURrecciones me hizo pensar que en el umbral de lo que queremos «acompañar» está la tarea de preservar la nobleza de lo vivo.
- Todas las palabras de María Galindo a las que se hace referencia en este texto se han transcrito de manera fiel a lo dicho a partir de la fonografía que yo elaboré durante la performance realizada el 6 de abril de 2024 en el MAM. ↩︎
- Desde la propuesta epistemológica que he desarrollado en otros trabajos que parte de la concepción de un archivo vivo, considero como «reverberaciones» todos aquellos fragmentos que quedaron del momento preciso de la acción, o del proceso creativo que llevó a la construcción de los acontecimientos escénicos, ya que en ellas se entraña una energía reverberante. Es decir, una energía que refracta sin perder nada, empalmándose, a diferencia del «eco» fenómeno en el que sólo un fragmento de la energía emitida regresa tras su refracción. ↩︎
- Las «comunidades sensoriales» como apuntan Vannini, Waskul, y Gottschalk son “grupos de personas que comparten formas comunes de usar sus sentidos y de dar sentido a las sensaciones”. Es decir, grupos en los cuales las personas están conectadas colectivamente entre y a través de normas de interpretación de la experiencia sensorial, y vinculadas a la misma valuación (o devaluación) de esas experiencias sensoriales.” Podríamos considerar a los grupos de personas que se reúnen en un acontecimiento como comunidades sensoriales efímeras que comparten por un momento una experiencia sensorial común. P. Vannini, S. Gottschalk, y D.Waskul, 2012, P.7.
↩︎
Referencias consultadas
GÓMEZ DE SILVA, Guido. 2013. Breve Diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica.
VANNINI, P., Gottschalk, S., y Waskul, D. 2017. “Toward a Sociology of Senses” in The Senses in Self, Society and Culture. A Sociology of the Senses. New York and London: Routledge.
Didanwee Kent Trejo.
Investigadora de artes escénicas, sus líneas de trabajo son en los estudios intermediales y performativos. Es doctora y maestra en Historia del Arte por la UNAM. Profesora de Tiempo Completo en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro. Fundadora y coordinadora (2013) del Seminario Permanente de Estudios de la Escena y el Performance (SPEEP). Actualmente se desempeña también como Coordinadora del Programa de Investigación de la FFyL de la UNAM. Profesora y tutora en los Posgrados en Música; Artes y Diseño; y en Historia del Arte de la UNAM. Coordinadora del 2015 al 2023 del proyecto de difusión teatral “Aula del espectador de Teatro UNAM”, Coordinadora junto con el Dr. Jorge Dubatti del Diplomado Internacional en Creación-Investigación de la Cátedra Bergman (UNAM). Candidata del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Medalla Alfonso Caso por sus estudios doctorado en Historia del Arte (2018). En 2021 recibió el Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos (RDUNJA).